
Después del desayuno en familia, he aprovechado para salir un rato, sin rumbo ni hora de vuelta definidos, solo salir a rodar por puro placer, para saborear las últimas horas aquí en España y calmar (a base de endorfinas) ese Dragón que todos llevamos dentro y que hace que estemos de un humor insoportable cuando nos quedamos sin salir o, peor aun, cuando se nos acaban las vacaciones.

Tiempo para sacar fotos. Aunque sea un negado para ello, hay vistas de las que nunca me cansaré y esta es una de ellas. Nada como un castillo para remontarnos en el tiempo y recordarnos la leyenda de St. Jordi.



Unos breves instantes para comprar tres rosas para las tres mujeres de la familia, la única tradición que mantengo en Francia (el libro es opcional) y vuelta a casa, con el Dragón ya bajo control después de una hora y media de pedaleo.
Nos vemos en verano y hasta entonces…
Bonne Route