viernes, 23 de diciembre de 2011

SENSACIONES

Hoy día de mountain bike por el Garraf. Salida corta, solamente 24 km aunque eso si con 520 m de desnivel (460 m en tan solo 11,5 km). Lo justo para subir hasta el Pic del l’Aguila por los balcones y vuelta a Vilanova.
Dicen que el verdadero ciclismo es el de carretera, aquel que nos rememora las grandes gestas de nuestros ídolos. Seguramente tengan razón pero yo, que empecé en esto del ciclismo con las ruedas gordas, raramente experimento sensaciones tan fuertes como las que consigo con la BTT. 

En efecto, saliendo en carretera después de un día de trabajo, tengo la sensación de que mi mente se vacía poco a poco. La sensación placentera generada por el esfuerzo va remplazando el stress progresivamente. Durante buena parte del trayecto vas pensando aun en los problemas cotidianos, aunque desde ángulos y enfoques diferentes (seguramente las endorfinas hacen que las neuronas se conecten de otra manera e incluso mejor) por lo que no es raro que encontremos pistas de solución a nuestras dificultades cotidianas. 

En BTT, sobre todo aquí en el Garraf donde el terreno es tremendamente técnico, reclamando toda la atención para no poner pie a tierra (en el mejor de los casos) o “cuerpo a tierra” (en el peor), la cosa es muy diferente. Desde las primeras pedaladas, nuestra mente está concentrada en encontrar la buena trazada tanto en subida como en bajada (esquivando piedras y/o agujeros). Intentando mantener la trayectoria que hemos anticipado al mismo tiempo que luchamos contra la tendencia natural de nuestra rueda delantera a irse hacia el obstáculo que queremos evitar. Gestionando la posición de nuestro cuerpo para poder superar las pendientes extremas: sentados en el pico del sillín con el cuerpo sobre el manillar para no perder tracción en las subidas o con el trasero casi sobre la rueda trasera en las bajadas.

En otras palabras, desde el principio, nuestras neuronas están completamente ocupadas, olvidando completamente los problemas cotidianos. 

Y cuando coronas (por ejemplo aquí en los Balcones),
superando pendientes o terrenos casi imposibles y levantas la cabeza del manillar, la belleza del entorno te entra, sin prevenir, hasta el último rincón de tu cerebro, A FONDO… saturando literalmente las neuronas ya predispuestas por las endorfinas. El “shock” de euforia ante paisajes de tal belleza es indescriptible… 

Lo mismo ocurre después de una bajada técnica donde hasta el último poro del cuerpo está concentrado en la trayectoria y el control de la bici. Cuando llegas abajo el chute producido por la adrenalina acumulada durante el descenso te deja casi KO de euforia.

Por eso, aunque durante estos últimos años me estoy dedicando casi exclusivamente a la bici de carretera, sensaciones como las encontradas el domingo pasado u hoy con mi BTT son difíciles de igualar.  Emociones que me harán volver siempre, aunque sea esporádicamente, a las ruedas gordas.
Bonne Route

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