DIADA de ST JORDI: Calmando ese Dragón que llevamos dentro

Hoy Diada de St. Jordi y último día de vacaciones en Vilanova había previsto salir con la Cotesua (sin quedarme a desayunar por las dos razones ya mencionadas). Aunque, finalmente, el chaparrón que cayó esta madrugada ha hecho que me quede en la cama.

Después del desayuno en familia, he aprovechado para salir un rato, sin rumbo ni hora de vuelta definidos, solo salir a rodar por puro placer, para saborear las últimas horas aquí en España y calmar (a base de endorfinas) ese Dragón que todos llevamos dentro y que hace que estemos de un humor insoportable cuando nos quedamos sin salir o, peor aun, cuando se nos acaban las vacaciones.
He salido hacia el pantano, con la carretera mojada pero con un buen sol de primavera. Tranquilo, saboreando cada pedalada en medio de un paisaje de una especial belleza primaveral incrementada por una atmósfera impoluta después de las lluvias.

Tiempo para sacar fotos. Aunque sea un negado para ello, hay vistas de las que nunca me cansaré y esta es una de ellas. Nada como un castillo para remontarnos en el tiempo y recordarnos la leyenda de St. Jordi.
Y en el día de los enamorados, aquí en Catalunya, qué mejor muestra de amor que la Giralda del Arboç (regalo de un marido a su mujer).
Poco a poco, el fuego interno se ha ido aplacando y, desde el Arboç, he tirado para Clariana para regalarme con otra vista inigualable de Castellet y su entorno.
Y ya completamente sereno por tanta belleza, vuelta a Vilanova y la vorágine de la civilización (la cola de coches llegaba desde la rotonda de los Juzgados hasta la Cotesua).

Unos breves instantes para comprar tres rosas para las tres mujeres de la familia, la única tradición que mantengo en Francia (el libro es opcional) y vuelta a casa, con el Dragón ya bajo control después de una hora y media de pedaleo.

Nos vemos en verano y hasta entonces…

Bonne Route